
Luego que de que este encuentro finalizaba, ella dejaba su esencia individualista y lujuriosa, para conversar con el psicólogo, acerca de su vida y su calentura. El sátiro lo único que hacía era escuchar, -y a veces bostezar, como otras ver el reloj- y por cada tiempo que más pasaba esta chica hablando, más se enamoraba por sentir que la escuchaban. La ninfa ya no era ninfa sino enamorada maravillosa, pero por muy maravillosa que era la del toboso, ya no seguía a los conejos que andaban atrasados por la vida*.
Amoríos del fin semana le diría un amigo mío a este pack-dúo que ella renovaba cada sábado -ó miércoles después de la u- en su carrete, probablemente con su amigo neo-político, quién también siempre le aconsejaba webádas a su vida. Una vez yo supe que este sistema de individualismo** de la ninfa y el fibroso-de-temporada serían los efectos introyectados del modelo actual posmoderno, de la industria cultural, de la herencia del ego-centrismo del mercantilismo del S XVI, del swinger, el perfume, la libertad femenina en discurso o feminismo, y cientos de miles de parricidios ideológicos actuales...
(*) no la voy a explicar
(**) entiéndase individualismo como individuo más egoísmo, marcando kilómetros de distancia entre lo individual lo individualista, éste último más ambientado con todo su espectáculo en el neo-liberalismo económico, o como bien le llamo yo como la masiva ambición institucionalizada por los mismos.
Eranti
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