domingo, 14 de marzo de 2010

Mil y un recuerdos


La vi pasar frente a mí, supe que no era un recuerdo para no tomarlo en serio, ni tampoco un silencio que dar al destino. La ví, vestida como si no lo estuviera, o si lo fuera... cada vez menos. Seda ceñida al cuerpo. Velos que ondeaban al viento su pasar danzante y obstinado por un lado al otro del bazar. Su cuerpo solía recorrer para mi mirada, para mis noches con mis manos, pero ya el recuerdo había muerto hace 3 años.

Verla significa recordar lo que fuí, verla significa haber dejado atrás una vida. Verla significa recordarla, eso creía yo hasta ahora. Rememoré mis tardes frente a la fuente de su palacete construído por el Emir sólo para una de sus esposas, de la cual ella era hija, y no más que predilecta. La construcción fue hecha para exsaltar la belleza del arte de nuestros arquitectos, ningún detalle dejaba espacio a la improvisación, quizás así lo fuese de no ser por los arbustos que cubrían cada rincón, pero no así para ocultar su más presiado tesoro: la belleza de sus ojos, de su piel. Sólo tenía 17, así lo recuerdo, así la amé.

Así y todo, verla significa amarla. Significa odiar la memoria. Significa que no soy el mismo.



- ¡Hola! - le dije.

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